Portada

Trabajo y trabajadores de las minas y fábricas de Bizkaia, 1876-1936

Pedro María PÉREZ CASTROVIEJO, Departamento de Historia e Instituciones Económicas. Facultad de Economía y Empresa –Bilbao- UPV/EHU

El proceso de cambio económico moderno se puede rastrear en Bizkaia desde 1841, con el traslado de las aduanas a la costa y frontera francesa y la aplicación de aranceles proteccionistas. Pero no será hasta 1876, finalizada la guerra carlista, cuando comience el verdadero despegue industrial de Bizkaia. Fueron diversas las fuentes de capitalización que participaron en la creación de la moderna industria. Se inició así un camino que priorizará las inversiones en industria pesada. El impacto de la demanda británica de mineral de hierro de bajo contenido en fósforo revalorizó las minas vizcaínas y propició el auge de la siderometalurgia. La fácil salida del mineral y la entrada del carbón por una Ría navegable, fue también un factor decisivo.1

Con el declinar de la centuria, se fue desarrollando una moderna flota de barcos con casco de hierro que dio lugar a otro sector intensivo en capital, como fue el transporte marítimo. Con el nuevo siglo progresaron sectores característicos de la Segunda Revolución Industrial como el petróleo, la química y la electricidad, mientras los tradicionales (siderurgia, metalurgia, papel, alimentación...) experimentaban un crecimiento de la producción y un cambio técnico. En 1902 nacía Altos Hornos de Vizcaya (AHV); esta gran empresa vasca contratará a miles de trabajadores y será durante las dos primeras décadas de la centuria la principal productora de hierro dulce y acero de España.

Durante el primer tercio del siglo XX, los sectores preponderantes de la economía vizcaína siguieron siendo la minería, la metalurgia, la construcción naval, y por supuesto, la siderurgia. Todos ellos se beneficiaron de la neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial (IGM), una de las épocas de más intensa acumulación de capitales en Bizkaia. Acabada la guerra, la industria vizcaína, que no había renovado equipos e instalaciones, se encontró desfasada técnicamente. El descenso de la actividad se concentró en la industria del hierro y del acero, e incluso en el sector del tráfico marítimo. Esta crisis económica coincidió con una crisis social de similar intensidad, con atentados y huelgas que culminan a nivel nacional con la dictadura de Primo de Rivera.

El arancel proteccionista de 1922, los inicios de la política económica de fomento de las obras públicas bajo la dictadura de Primo de Rivera (trabajo a cambio de paz social) y el cambio de coyuntura internacional, favorecerán la recuperación de la actividad económica. Hacia 1924 la situación de crisis se había superado en la provincia, inaugurándose los felices años veinte hasta 1929, último año próspero. La crisis económica internacional que dio inicio a la depresión de los años 1930, en tiempos de la II República, alcanzó a la economía española a través del comercio exterior. Bizkaia se vio especialmente afectada por el final de la política de obras públicas y el exceso de equipamiento de ciertos sectores industriales, especialmente del siderúrgico. La recesión trajo consigo desempleo, lo que ocasionó un gran descontento social quebrando la relativa paz social de años precedentes.

Astilleros de Santiago de Arana en Ripa, Bilbao

La inmensa mayoría de los inmigrantes que accedieron en las ciudades de la Ría a nuevos empleos lo hicieron en el sector secundario, contratándose en fábricas, talleres, minas, astilleros, etc.

La mano de obra: población trabajadora y proceso inmigratorio

El crecimiento de la población (Véase Tabla 1) estuvo ligado al proceso de industrialización, que fue más temprano e intenso en Bizkaia, se demoró algo más en Guipúzcoa, y fue inexistente durante este periodo en Álava. En el Señorío, la población se concentró en torno a la Ría de Bilbao y su prolongación por el Valle de Somorrostro, cerca de los lugares de trabajo.

Tabla1: Evolución de la población del País Vasco, 1877-1930.
AÑO BIZKAIA GIPUZKOA ARABA
1877 189.954 167.207 93.538
1887 235.659 181.856 92.893
1897 290.222 191.822 94.622
1900 311.361 195.850 96.385
1910 349.923 226.684 97.181
1920 409.550 258.557 98.668
1930 485.205 302.329 104.176
Fuente: Censos de Población de España

La inmigración fue el factor decisivo de ese incremento poblacional, más intensamente en Bizkaia, durante el último cuarto del siglo XIX, y de forma más liviana en el primero de la siguiente centuria, por una mayor contribución del saldo natural. En el Señorío, la inmigración comenzó siendo un fenómeno intraprovincial, luego se agregó el peso de las provincias limítrofes, para ampliarse a un arco mayor de procedencias con posterioridad. La inmensa mayoría de los inmigrantes que accedieron en las ciudades de la Ría a nuevos empleos lo hicieron en el sector secundario, contratándose en fábricas, talleres, minas, astilleros, etc. La actividad agraria se restringió enormemente y proliferó la de jornalero, un obrero de minas o fábricas que en Sestao, Barakaldo, Erandio o en los centros mineros, llegó a representar más de las dos terceras partes de la población activa.

La industrialización dio lugar también a un importante proceso urbanizador, que en el caso de Bizkaia va a tener en las ciudades de la Ría su base principal. La consolidación del sistema urbano en el Señorío tendrá lugar durante el primer tercio del siglo XX. Hacia 1930 se había operado una total transformación provincial, caracterizada por la nueva economía y la sociedad industrial. Ese año, la población urbana vizcaína se concentraba en 18 municipios, casi todos ellos situados en el ámbito de la Ría. En definitiva, la urbanización había progresado no solo a nivel provincial, sino también a nivel global, pues más de la mitad de la población vasca estaba domiciliada en grandes núcleos residenciales que por esos años disponían ya de importantes equipamientos urbanos.

El aumento poblacional experimentado durante esos años fue un hecho trascendental en la evolución del mercado de trabajo. En Bizkaia, y en especial en la zona de la Ría, se van a producir relevantes cambios en la composición de la fuerza de trabajo. Entre 1877 y 1930 se experimenta un progresivo desplazamiento de trabajadores del sector primario al secundario, y en menor medida al terciario. De hecho, el Señorío en 1930 presentaba una estructura de población activa típica de los países industrializados.

El trabajo minero en las minas vizcaínas fue practicado a roza, o cielo abierto. La explotación apenas estaba mecanizada. El mineral era arrancado de las canteras por medio de explosivos, para posteriormente ser recogido por una gran cantidad de trabajadores repartidos en cuadrillas. Después de una mínima manipulación del mineral, éste era trasladado a la parte baja, desde donde se enviaba a las fábricas o a los embarcaderos para ser trasladado a otros países. Los jornaleros eran los operarios más numerosos en las minas, luego venían los barrenadores y el personal de control, los capataces. A estos trabajadores apenas se les exigió conocimientos técnicos de relieve, salvo a los barrenadores. El reclutamiento de la mano de obra no representó problema alguno, pues la ausencia de conocimientos técnicos facilitó la captación. El trabajo se organizó de dos formas: a jornal y a tarea. La primera consistía en trabajar la jornada completa, y la segunda —que era una forma de destajo— en realizar una tarea mínima que le daba derecho a percibir el salario base. Después de ejecutada esa tarea mínima, podía optar por abandonar la cantera (con ahorro de tiempo) o ejecutar labores complementarias en el tiempo de jornada restante, que le proporcionaban una retribución extraordinaria.

Instalaciones mineras en El Alisal, Sopuerta

Instalaciones mineras en El Alisal, Sopuerta (Bizkaia).

El trabajo fabril se realizaba en naves o pabellones, cuyo conjunto constituía la fábrica. Aquí también el trabajo a destajo fue fundamental. Después de ejecutada la tarea mínima se acometía otra suplementaria, o más corrientemente se seguía con la misma; por esta demasía se percibía una prima. Un aspecto muy valorado por los empresarios fue la especialización. En principio se captó el personal directivo, técnico e incluso obreros especializados en el extranjero. Con el tiempo, las necesidades de mano de obra de todo tipo se fueron cubriendo con cuadros nacionales. En cualquier caso, el reclutamiento de la mano de obra cualificada fue mucho más problemático que la del peonaje. De ahí que los empresarios se preocuparan por la formación profesional de sus trabajadores y de fidelizarlos a la empresa.

La jornada de trabajo en las minas de Bizkaia era por los años ochenta de sol a sol. Tras la huelga de 1890 se redujo a 10 ó 10 y media horas, con modificaciones estacionales y con los descansos acordados para las comidas. En 1910, y mediando una huelga general, se rebajó a 9 horas y media. En las fábricas la jornada evolucionó de forma diferente. El 1877 se trabajaba en las fábricas del Carmen y Olaechea y Cía 12 horas diarias, de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Lo mismo seguía ocurriendo en muchos talleres de AHB a principios de 1890. De todas formas, superado ese año, lo normal fue la jornada de 10 horas y media. Esta fue la tónica a lo largo de la primera y segunda década del siglo XX, hasta que en 1919 se implantó la jornada de 8 horas en toda España.

El nacimiento de una nueva clase social: el proletariado. La conciencia de clase: asociacionismo y luchas laborales (huelgas)

La industrialización dio origen al nacimiento de una nueva clase social, el proletariado. Una inmensa mayoría de estos trabajadores industriales venían del campo, labradores desplazados del caserío vasco y del área rural de las provincias limítrofes. La conciencia de clase de los trabajadores se fue desarrollando a partir de varios tipos de asociaciones. Las primeras fueron de carácter recreativo, culturales, mutualistas o cooperativistas, y con el tiempo aparecieron también otras de carácter sindical y político.

El movimiento sindical se inició en Bizkaia, donde surgieron los primeros sindicatos del País Vasco a finales del siglo XIX. El carácter de estas primeras asociaciones fue el de sociedades de oficio o de resistencia, que reunirán a trabajadores de una misma profesión y localidad y casi exclusivamente con un único fin: resistir en momentos de huelga en defensa de sus reivindicaciones frente a la patronal. El predominio sindical fue, hasta finales de la primera década del siglo XX, para la UGT. Ninguna otra agrupación hizo sombra a sus presupuestos socialistas, e incluso, en ocasiones, logró atraer a trabajadores ajenos a toda organización, pero simpatizantes de la forma de actuar de los socialistas.

Barricada levantada por los huelguistas mineros. 1906

Agosto de 1906. Barricada levantada por los huelguistas mineros a la entrada del barrio obrero por el puente de San Antón.

El balance de resultados conseguidos por los trabajadores durante la etapa 1890-1911 a través de las huelgas no parece que fuera muy relevante. Los mineros consiguieron reducciones de jornada, a 10 horas en 1890 y a 9,30 horas en 1910, sin mejoras significativas del salario, supresión de barracones y cantinas —desde 1903—, y sobre todo, el pago semanal. En otros sectores productivos los trabajadores lograron sin demasiada oposición patronal reducciones de jornada parecidas, manteniéndose los jornales sin aumentos significativos.

A partir de la segunda década del siglo XX, el socialismo no monopolizará el movimiento obrero vasco. Desde entonces tendrá que competir con un sindicalismo de inspiración cristiana que se congregó en sindicatos católicos y católico-libres, y en menor medida con sindicatos de orientación anarquista y comunista. Con todo, su principal competidor será el recién constituido (en 1911) sindicato nacionalista Solidaridad de Obreros Vascos. A partir del final de la IGM, y de forma gradual, el enfrentamiento sistemático obreros-patronos fue sustituido por un dialogo entre las partes que vino propiciado por la acción de algunos organismos como las ya existentes Juntas de Reformas Sociales y otros que se fueron creando, como los Comités Paritarios (1926) y los Jurados Mixtos durante la Segunda República.

Los resultados conseguidos por los trabajadores durante esta etapa, bien a través de las huelgas, de pactos con la patronal o la acción del Estado, fueron más relevantes. El incremento salarial estuvo más presente en los cuadros reivindicativos. Se dieron aumentos de jornal en 1918-20 y de 1931 a 1936 (que hay que vincular tanto al aumento de la productividad como al poder sindical). Después de la IGM se fijaron también salarios mínimos en los principales sectores industriales que se revisaron periódicamente. En 1919 se consiguió la jornada de 8 horas y el Retiro Obrero Obligatorio. Además durante los años 1920 se extendió la legislación laboral y las instituciones de previsión y en los 1930 se hicieron obligatorios el Seguro de Accidentes y el de Maternidad.

1 Investigación financiada por Grupos de Investigación del Sistema Universitario Vasco. Grupo Consolidado (IT897-16). Cliobasque: Legado y lecciones del pasado para analizar los retos del País Vasco en la actualidad.

La opinión de los lectores:

comments powered by Disqus
Urteko Galdera

Enlaces relacionados

Zure iritzia / Su opinión

Participa

Premios

  • Artetsu Saria 2005

    Arbaso Elkarteak Eusko Ikaskuntzari 2005eko Artetsu sarietako bat eman dio Euskonewseko Artisautza atalarengatik

  • Buber Saria 2003

    On line komunikabide onenari Buber Saria 2003. Euskonews

  • Argia Saria 1999

    Astekari elektronikoari Merezimenduzko Saria

Eusko IkaskuntzaAsmozEuskomedia